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El inicio de las metodologías Agile se remonta a finales de los años 90. Los equipos de software detectaron que la gestión tradicional de proyectos no era la mejor forma de trabajo dada la naturaleza de los proyectos de esta industria.
Diferentes casuísticas generaron los primeros valores y principios de estas prácticas que hoy en día forman parte de las compañías más exitosas.
Sin embargo, no siempre este tipo de metodologías son las más adecuadas para gestionar proyectos. Es preciso matizar en qué casos pueden resultar beneficiosas o bien en cuales es mejor llevar a cabo una gestión bimodal.
El éxito en la implantación de este tipo de prácticas no se realiza de forma instantánea. Es necesario llevar a cabo un proceso de transformación con profesionales especializados que aseguren su aprendizaje e implementación en el tiempo. Este último punto resulta fundamental ya que este tipo de prácticas suele caer en desuso por desconocimiento y falta de directrices adecuadas.