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El mundo de las telecomunicaciones está en continua transformación. Hemos asistido, especialmente a lo largo de las dos últimas décadas, a constantes cambios que han exigido flexibilidad y velocidad de reacción a todos los actores: inversores, directivos, clientes, administraciones… Hemos sido testigos de la liberalización de los servicios de telefonía móvil primero y fija después.
Hemos visto nacer y prácticamente morir tecnologías emergentes, como LMDS. Hemos presenciado una atomización muy intensa del mercado, surgiendo operadores con red y sin red en todos los ámbitos, para luego asistir a una concentración (véase la figura 1) que está dejando al mercado muy cerca del oligopolio en algunos países. Las administraciones se han visto obligadas a adaptar sus criterios según cada coyuntura y han tenido que apostar, impulsar, dejar hacer y luego regular, para cambiar otra vez el enfoque un año o apenas unos meses después.
Finalmente, los mercados “fronterizos” (multimedia, cloud, banca, software…) se han acercado y se han alejado, se han combinado y han competido, mientras empresas de sectores aparentemente diferenciados entraban y salían del ecosistema de las telco.
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